En Ronda por ejemplo comimos rabo de toro y no entramos a la plaza de toros que se veía divina porque la entrada costaba como diez euros del alma. Nos llovió y le compramos unos paraguas de tigre al chino de la esquina. Paseamos entre las callecitas y nos dejamos abrazar por el tajo (foto): Inmenso. Imponente. Vivo. Bello. Foto aquí, foto allá. Se siente el calor de la gente. Ya empieza uno a querer oír sevillanas. A entender el olor a jazmín. A ver monumentos de toros y toreros por las calles. Ya uno empieza a entender la sabrosura y lindura del sur.
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