Todos mis viajes han sido especiales y San Sebastián obvio,
no podía ser la excepción. Me dieron ganas de pasarme una temporada allí.
Pasarme los días caminando en sus calles afrancesadas, comiendo la comida más
espectacular que he probado hasta reventar y ser la próxima obesa del mundo. Me dieron ganas de quedarme
haciendo topless en sus playas y hasta de comprar un perro para paserlo en sus paseos. Quise quedarme ahí y dos veces a
la semana irme a Francia que queda a una hora para aprender francés. Me dieron
ganas de quedarme y vivir en un clima que no es frio ni calor. En fin, hice
todo un plan de vida surreal muy típico de mí proque me fascinó San Sebastián.
Demasiado. Además, las tías que no son tías me pechicharon, me sacaron de mi
vida de estudiante y me dieron un viaje de lujo, amor, historias apasionantes
de sus épocas, mucho tinto de verano, y risas, muchas risas. ¿Y así quién no es
feliz?
¡Amé con locura y pasión San Sebastián porque me hizo suspirar cada segundo que estuve allí!