martes, 24 de enero de 2012

DÍA 83: mis hadas



El gran día había llegado. Por fin iba a sustentar la tesis y terminaría de una vez por todas con ese karma que fue para mí la universidad. Se me acercó sin poder dejar de mirarme. Tenía los ojitos bonitos, entre tristes y tímidos o entre tranquilos y dulces, como él. No sabía cómo hacerlo o decirlo. Indiferencia o ternura. Rudeza o amor. Pero lo hizo como se dio. Metió la mano en su bolsillo y mientras yo lo miraba desprevenida, dirigía su puño hacia donde yo pudiera verlo. Mientras lo abría y me dejaba ver tres pequeñas muñecas de distintos colores, dijo una de las frases más románticas que jamas haya oído: "como las hadas son las que le conceden los deseos a las princesas, toma, para que te vaya bien". Y así fue. Y así ha sido. Y nunca pensé, ni tampoco él, que estas tres locas irían conmigo a todas partes a EXIGIRME escribir todos los días, a concederme deseos a mi antojo y a llenarme la vida de magia y de increibles cuentos que solo pasan en la vida de una princesa. Llegaron palabras más, palabras menos, a convencerme y a que no se me olvide nunca que no soy princesa, pero sí.


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