lunes, 25 de junio de 2012

DÏA 162: El dueño de mi alma.


Cuando lo veo a él me veo a mí, la real, la verdadera. Sale la yo pura y dura. Sale para él, por él y para que él la analice y le dé los toques que necesito para ajustar lo que está desajustado dentro. Débil e insegura. Arrolladora y divertida. Temerosa y exigente. Y le peleo. Y le exijo. Y me pongo repelente y grosera. Y lo abrazo y no lo quiero soltar y quiero escrudiñar su alma. Y nos agarramos como se pelean los hermanos. Y me frustra. Y quiero que sea el mejor ser humano, el perfecto. Porque para mí lo es y no quiero que tenga ni media imperfección. Y me hace feliz. Y me enternece. Y sale mi niña interior. Y sale mi yo hecha mujer. Y sale mi delirío de mamá perfeccionista. Y mi inocencia de hermana menor. Y me saca de quicio. Y le pregunto que si todo va a estar bien. Y quiero que me guie. Y quiero que me haga mejor. Y quiero me de pistas de qué demonios hacer con mi vida. Y quiero que se quede para siempre, y sé que estará para siempre, como siempre. Ese es mi hermano, el gran amor de mi vida.

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