No es que me hayan dejado de pasar cosas chéveres, faltaba
más. A mi me pasan cosas lindas todos los días o si no yo me las invento. La
cosa es que de repente me encontré a mi misma petrificada y no quería ver lo bonito de mi día a día.
Así aunque veía lo lindo me hacía la loca y decidí continuar en mi silencio. Me entró
pánico y necesitaba sentirme sensible para reconocer mi vulnerabilidad. Y es
que todo lo que quería que se viera lejos se me empezó ver encima y lo que
quisiera cerca se empezaba a ver lejos. Absolutamente paniqueada quedé. Vi a
dos pasos la necesidad de tener que irme de aquí y yo de verdad no quisiera irme de acá. Pero también vi que
era hora de seguir construyendo mi carrera profesional y hacer experiencia y
ganar como quiero ganar. Me vi perdida sin saber cuál camino tomar, ni a dónde
ir, ni cómo empezar eso y mucho menos cómo terminar esto, mi ahora. Y vi mi futuro
profesional lejos, lejos, lejos. Y mi despedida de España en las narices. Y el corazón me hizo crack y por eso
quise llorar y lloré. Lloré porque mi vida aquí es demasiado sabrosa. Porque
amo Madrid. Me siento invencible con mis amigas. Vivo loca con la seguridad de
la ciudad. Soy feliz con el metro. Muero con la gente y la comida. Soy feliz
aquí en mi burbujita. Pero también lloraba porque tengo que salir de ella, de
mi burbuja linda que con tanto esfuerzo he construido. Tengo que irme y volver a donde pertenezco. Y no sé a hacer
qué demonios allá. Ni en dónde. Ni si encontraré lo que quiero. Ni cómo lo quiero.
Ni cuánto. Es más, no había siquiera pensado en nada de eso porque no había
pensado que llegaría el día de volver. Y sentí miedo, por irme y por volver.
Por no ser la misma y no encajar. O porque sea el mismo lugar y yo no encaje en él. Que los sitios que ya he pisado me sepan a monotonía. Que la gente
que ya he querido siga siendo demasiado igual a como las quise. Que yo haya
cambiado mucho o que no haya cambiado nada. Así fue como me encerré. No abrí
los ojos y tuve miedo. Y callé. Y no vi las cosas lindas de mi vida. Pero aquí estoy,
aceptando mis flaquezas y volviendo a sonreír porque al final del camino, por
más ansiosa que esté o más pataleta que haga, sé, tengo la certeza que vaya
donde vaya, este donde la vida me ponga, será lo mejor para mi.
Uff...ya estuvimos/estamos ahí. Qué momento! Y ahora volver sabe a...ni lo sé.
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