lunes, 9 de julio de 2012

DÍA 168: Pamplona la ciudad de los besos

Cuando íbamos en el bus rumbo a San Fermines, se dijo que, o Pamplona acababa con nosotros o que nosotros acabaríamos con Pamplona. Y ese fue el lema y eso fue lo que pasó. ¿Qué pasó? que nosotros acabamos con Pamplona y que Pamplona acabó con nosotros. La verdad es que estuvo loquísimo. Desquiciante. Brutalmente fuera de casillas. No tengo idea cuándo carajos estuve tan demente. Sospecho que hace unos cuatro o cinco años en una feria de Manizales, pero ni eso. San Fermines es San Fermines o no sé si fui yo, o nosotros, o todo. Había demasiado loco junto. Las calles estaban locas. La gente estaba fuera de control. La ciudad estaba trastornada mentalmente. Cada uno de los presentes en esas festividades, -que eran mares y mares y ríos y lagos y océanos de gente de blanco y rojo- querían lo mismo: hacer desastres. E hicimos desastres. Bailamos. Cantamos. Se nos dio por hablar algún idioma extraño a los pocos feos que nos encontramos para que no se acercaran. Hubo besos, muchos besos. Hubo ropa morada por el vino que salió de casa blanca. Hubo guapos por montones. Hubo fiesta seguida por más de 24 horas sin parar. Hubo un amor. Hubo amigas más locas que yo, bueno no, casi. Hubo pitos. Hubo juegos artificiales que se supone son lo máximo pero que ignoré. Hubo encierro aunque ya muerta de tanta fiesta a las 8am, casi que ni disfruté. Y como cuando uno va a alguna parte hay que dejarlo todo, lo dejé literalmente, todo. Dejé en algún lugar una botella de ginebra sin abrir. Dejé unos 20 sanduches que duré una hora haciendo. Dejé mi voz cuando se atravesaba un guapo y lo poníamos a bailar "una mano en la cabeza, una mano en la cintura, un movimiento sexy...". Dejé una bota que fue mi premio por un besito. Dejé mis rodillas en el piso cuando quise que unos desconocidos me tiraran por los aires y a la 4ta vez no me recibieron. Le dejé mi corazón a un argentino -sí,-otro, no sé que pasa-. Dejé mi IPhone y eso sí dolió y dolió en serio y dejé ahí mis lagrimas. En fin, lo dejé todo e hicimos que Pamplona temblara y tembló y la acabamos. Volví destruida, con dolores, con satisfacción y con felicidad, Pamplona acabó conmigo. A mi que no me lleven a ningún fiestón de esos por lo menos en un buen tiempo, ocho días, por ejemplo.

3 comentarios:

  1. Te amooooooo jajajajaja amor a primera vista!

    ResponderEliminar
  2. Pamplona es así, cuando Pamplona te tiene, no puedes escapar. Que grande mi Princesa!!!! Muaaa

    ResponderEliminar
  3. jajajaja... me encantoooo esteeeeee!! Porque a mi Ese chupinazo me dejo con la pantalla del iphone rota, con mil morados, a duras penas me acuerdo de quien me trajo a casa, me dejo sin novio, me lleno y me vacíoo... GORA SAN FERMIN...!!

    ResponderEliminar